PESEBRES DEL PADRE HUGO VÁSQUEZ Y ALMAZAN

En esta ciudad han habitado hombres y mujeres que a su paso dejaron una profunda huella, unos por el extraordinario valor de su legado y otros por el esfuerzo que realizaron para cambiar el rumbo de las cosas. 

Políticos, historiadores, literatos, artistas y hombres de ciencia fueron haciendo la historia de esta ciudad y construyendo lenta y paulatinamente la historia de un pueblo que por especial y diferente se ha ganado, con justicia, un lugar en la historia.
Son muchos los hijos de Guayaquil que han luchado desde su propia trinchera para ver a esta ciudad más grande y gloriosa, pero son muy pocos los que bendecidos con el don de loa poesía han hecho vibrar las más profundas fibras del amor patrio a quienes alguna vez leyeron sus versos.

Uno de estos curiosos y extraordinarios espíritus dotados del don de conmover el alma con sus escritos fue el padre Hugo Vásquez y Almazán, romancero de altísimos kilates que sólo puede ser comparado con hombres como Abel Romeo Castillo, Medardo Ángel Silva o José María Egas.

Sacerdote singular cuyos dotes humanos sobrepasaron incluso sus extraordinarios dotes literarios; hombre de Dios en cuyo cuerpo habitó el espíritu Santo permitiendo la exaltación espiritual de quienes lo conocieron y particularmente de sus feligreses.
 
 Pero más que nada y ante todo, un guayaquileño de los que ya casi se han extinguido; patriota, valiente, solidario y generoso. Así fue Hugo Vásquez y Almazán, así lo recordaremos 
y así pretendemos que las generaciones venideras lo vean.




Que quiso dejar todo lo que era y lo que hizo a su ciudad natal, es verdad y que su familia, consciente de sus deseos y de su amor por el terruño han hecho realidad muchos de lo que hubiese querido hacer, también es verdad.


¿Quién no recuerda esa maravillosa colección de pesebres que mostraban año a año en su casa de Bellavista y que crecía pacientemente gracias a su laboriosidad y amor por Jesús?



¿Quién no recuerda el amor con que atendía a quien lo visitaba y la dulzura y atención con que mostraba su medallón de concha de nácar o su pesebre africano tallado en ébano?




¿Quienes de las personas que lo conocieron no recuerdan esos maravillosos momentos? Hoy que el amigo sin igual y sacerdote sin par se encuentra ante la presencia de Dios nosotros, gracias a su generosidad y a la de su familia, podremos seguir gozando de su maravillosa colección y del profundo mensaje que esta nos trae, cuando observándola en su verdadero contenido nos hace sentir la dimensión planetaria del divino obsequio que fue la encarnación de Cristo y el valor que tiene  la rendición divina. 

Porque observar los pesebres del Padre Hugo no sólo es apreciar la forma y el virtuosismo de los artesanos de infinidades de lugares de la tierra, es mucho más; es ver y percibir en su conjunto el valor que tiene para el mundo el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, es entender que la Navidad debe habitar en nuestros corazones los 365 días del año para que su venida a este mundo se vea justificada.

La colección del Padre Hugo es, en consecuencia no sólo una colección maravillosa de pesebres, es más, mucho más. Es una invitación a reflexionar sobre el ,más grande de los misterios. A pesar sobre el más maravilloso de los regalos;  a entender que sí no le damos el valor que esta tiene de nada habrá servido el nacimiento y sacrificio del hijo de Dios.













Haga, lector, como los habitantes de Greccio. Arrodíllese piadosamente delante del Niño Jesús en el pesebre y, por intersección de la Santísima Virgen María, pida para Ud. y para todos sus seres queridos esta sonrisa que comunica felicidad, esa bendición que trasmite paz.

FUENTE: Folleto M. I. Municipalidad de Guayaquil. Dirección de Cultura y Promoción Cívica Biblioteca Municipal.

2 comentarios:

FILATELIA dijo...

Que lindos recuerdos, gracias por compartirlos.
El Padre Hugo fue un regalito del cielo para muchos.

FILATELIA dijo...

Que lindos recuerdos, gracias por compartirlos.
El Padre Hugo fue un regalito del cielo para muchos.

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