LEER Y NO LEER.


La cultura de forma muy amplia como el conjunto de todo tipo de conocimientos que va acumulando la especie y transmitiendo a las generaciones siguientes. Para ello disponemos de algunos mecanismos fundamentales: la imitación, la memoria y el lenguaje. En otra ocasión volveremos a los dos primeros, aquí voy a centrarme en el tercero.

Nadie negará que en nuestra especie el lenguaje oral ocupe un lugar privilegiado. A través de él hemos ido acumulando y transmitiendo conocimientos que van desde aspectos básicos para la supervivencia como hábitos de higiene, formas de elaborar los alimentos, construcción de herramientas… hasta aspectos aparentemente tan poco útiles como el pensamiento filosófico o el arte. Y en ese afán porque el conocimiento no se pierda, inventamos la escritura. Sin duda, uno de los mayores logros de la humanidad. Pero tiene un pequeño problema, así como el lenguaje oral se aprende sin ningún esfuerzo, sólo con el contacto con nuestros congéneres desde el momento del nacimiento, el lenguaje escrito es trabajoso y, aunque nosotros mismos lo hemos creado, como especie no venimos preparados para aprenderlo de forma espontánea y fácil. Sin embargo es necesario.
En muchas sociedades actuales, el dominio del lenguaje escrito se ha convertido en una condición necesaria para la supervivencia de los individuos. Por eso, las sociedades “ilustradas” se han tomado muy en serio erradicar el analfabetismo. Todo el mundo debe saber leer y escribir. Hasta ahí todos de acuerdo. Y también se considera un bien social que, además de saber leer y escribir, se pueda acceder a otros logros culturales (matemáticas, física, biología, historia…) a los que se llega fundamentalmente a través del lenguaje escrito.

Así que nadie discutiría el lema de que “leer es muy importante”. Pero cuando se escucha el mensaje automáticamente se piensa en leer “libros de literatura”, más que nada por el empeño de las sociedades en que los niños, adolescentes y jóvenes lean “libros”.

Yo cada vez veo menos nítido cuál es el objetivo que se persigue, ni si tiene mucho sentido este empeño. El problema proviene de confundir el papel que saber leer y escribir cumple en una sociedad que se comunica de forma generalizada a través de ese medio con leer como actividad relacionada con el arte. Voy a hacer una descripción un tanto burda y nada formal de diferentes niveles de habilidad lectora que proporcionará un marco general en el que explicarme.
En primera instancia tenemos el nivel básico para no ser analfabeto, para llegar a comprender textos sencillos como instrucciones, letreros, avisos… El nivel que te impide quedar aislado. En una sociedad como la nuestra este objetivo podemos considerarlo conseguido. Incluso con el uso de las nuevas tecnologías, lejos de leer y escribir menos, los jóvenes de hoy en día lo hacen mucho más. Incluso en poblaciones que podemos considerar marginales, los adolescentes tienen móviles y conexión a Internet, así que leen e incluso escriben a un nivel que les sirve para comunicarse perfectamente.
Un segundo nivel sería aquél que permite una compresión un poco mayor que alcanzaría a escritos de divulgación general, periódicos, novelas ligeras… Creo que como en el caso anterior, las nuevas tecnologías están ayudando a que este proceso sea más generalizado que en las generaciones anteriores.
En el tercer escalón tendríamos el del lenguaje especializado, en que uno es capaz de entender temas de cierta complejidad en un área de conocimiento, para lo cual además de la propia lengua es necesario aprender un lenguaje nuevo. En cierto modo, todos somos analfabetos cuando leemos temas de los que no tenemos mucha idea.
Por último, estaría el de la capacidad para entender el uso literario del lenguaje. Es decir, donde el lenguaje en sí mismo es el estímulo, sin necesidad de nada más. Es el nivel en el que podemos disfrutar del uso y transformación que algunos de nuestros congéneres han conseguido hacer con el lenguaje escrito. Donde el contenido es importante pero no tanto como la forma en la que éste se transmite.

En un sentido estricto quizá no se esté transmitiendo mucha cultura, ni mucho conocimiento, pero es curioso porque es a través de él donde pueden transmitírsenos sensaciones y visiones del mundo y de la vida que difícilmente pueden realizarse mediante el uso más formal del lenguaje escrito.
El afán por el fomento de la lectura, obviamente parecería que está dirigido al último nivel. Porque no hay duda de que los jóvenes saben hacer perfectamente uso de los otros tres niveles cuando les es necesario. Y si desde tantas instancias se insiste en su importancia (aunque con una doble moral, porque luego se elimina cada vez más de la enseñanza reglada) debe ser porque es importante.
¿Es importante? Cada vez lo veo menos claro.
Si la literatura es importante debe ser porque aporta algo al ser humano diferente a lo que le aporta un video juego o la televisión. Si no, ¿qué más da un medio que otro? Es indudable que la literatura utiliza un código distinto y que si se consigue descifrar proporciona un tipo de conocimiento y, por qué no, un tipo de placer diferente. Así que está bien que todo el mundo que quiera pueda acceder a él. En los primeros intentos por entusiasmar a los alumnos con la lectura se pensó que con métodos más didácticos los alumnos conseguirían placer leyendo los textos clásicos y las grandes obras literarias contemporáneas.



Pero la realidad parece no querer darnos la razón, la tarea resulta difícil. Así que si la montaña no viene, pues nosotros vamos a la montaña. Basta con sustituir los libros de literatura, por los libros que les gustan y les producen placer, al fin y al cabo son libros, ¿no? tienen tapas, hojas y letras formando frases. Lo importante es que lean.

Porque hay quien sigue pensando que de leer cualquier cosa luego se pasa a leer las grandes obras, lo importante es coger el hábito de la lectura. Sin embargo nadie hace extensivo esto a la música, nadie piensa que después de oír a Georgie Dann uno acaba escuchando a Bach.

Y es que en literatura pasa exactamente igual, leer literatura y leer pseudoliteratura son actividades independientes. Es decir, existen lectores que leen literatura y otro tipo de libros, que leen literatura pero no otro tipo de libros, que leen otro tipo de libros pero no literatura y los que no leen libros de ningún tipo. Y desde el punto de vista de la “alta cultura”, no veo la diferencia entre los dos últimos tipos de lectores. Y no lo digo yo, lo dice George Steiner: «Mi pregunta es la siguiente: un niño que ha leído todos los volúmenes de Harry Potter, ¿leerá luego La isla del tesoro, Los viajes de Gulliver, Oliver Twist, los clásicos? Mis colegas que han estudiado este fenómeno dicen que no, que los niños que hayan leído a Potter no leen después a los grandes clásicos. Y eso es triste.»

 



Comparto el diagnóstico, no que sea triste. Muchos niños hacen algo de deporte y eso no les lleva a querer preparase como para ir a las olimpiadas, y eso no es triste. No hay nada que nos haga mejores desde el punto de vista humano por leer literatura o no leerla. 

Lo que de verdad es triste es que nos estemos engañando, considerando que nos gusta la literatura porque leemos “El código da Vinci”. Y una prueba de esta mezcla es que haya un presidente que en Suecia hable de Larsson como si en Praga hablara de Kafka ¿No habría causado cierta hilaridad si hubiera hablado de la misma manera refiriéndose a la tierra de Pipi Calzaslargas? Y conste que ambas obras me parecen estupendas desde el punto de vista de la distracción y el entretenimiento.

Pero además, detrás de este mensaje lo que hay es el mismo mensaje que está acabando con la educación: lo importante es que se diviertan y que no hagan mucho esfuerzo no vaya a ser que abandonen. Gran  error. El único aprendizaje que tiene éxito es el que requiere cierto esfuerzo.
 
No es verdad que las nuevas generaciones no lean porque les requiera esfuerzo y tiempo. Los juegos que triunfan por Internet o en el ordenador son los que tienen cierto nivel de dificultad, no tanto para que no consigan avanzar ni tan poco para que sea trivial. Y pasan horas y horas, las mismas que muchos de nosotros hemos pasado leyendo. No leen literatura igual que no lo hacían los jóvenes de otras generaciones, porque son placeres para iniciados y, como en todos los ámbitos de la vida, eso no interesa a cualquiera. Ni falta que hace.
Y por eso lo único que tiene sentido es la enseñanza de la literatura como la de las matemáticas, la de la física o la biología, que sólo producen placer en algunos de los alumnos y sólo a través de la dificultad que poco a poco se va venciendo. Y los demás deben ejercitarlas para conseguir cierta formación. Habría que quitar estos textos horribles y triviales que se han introducido para seducir a los jóvenes para que lean, que no lo han conseguido, y así quizá se consiga rescatar a los lectores de literatura de las generaciones futuras. Mostrarles las grandes obras que con el lenguaje han ido creando nuestros antepasados y a las que tienen derecho. Sólo en esos textos pueden llegar a descubrir qué puede darles la literatura que no les va a dar el cine o un videojuego, que les dan otros placeres igual de respetables. Y luego el que quiera continuar por esa increíble vía de conocimiento, que siga.
No creo que en épocas anteriores se leyera más literatura que ahora; se leían más libros (los libros de El coyote o las novelas de Corín Tellado) porque no había otras diversiones a mano. Pero aparecieron el cine y la televisión y ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras (menos en literatura).
Ahora la gente no suele leer para distraerse salvo que no tenga a mano otra cosa, porque hay otros medios que dan lo mismo de forma mejor, ¿qué diferencia desde el punto de vista del desarrollo personal o intelectual hay entre ver las películas de la serie Millenium, las de Harry Potter o leer los respectivos libros?, ¿qué diferencia entre leer a Corín Tellado o ver una telenovela? Pero el formato de libro parece que da cierto estatus a la lectura, independientemente del contenido. Nadie duda de que hay tebeos que desde el punto de vista artístico son mejores que la mayoría de los best-sellers, sin embargo no fomentamos la lectura de los tebeos, y sí nos damos por contentos con que se lea casi cualquier cosa.

Y lo verdaderamente triste es que esta pseudoliteratura, tanto la evidente (la mayoría de los best-sellers) como la menos evidente para el ojo no experto (la que no es Kafka pero que al que no le gusta la literatura le parece que sí, porque le aburre igual, y así ha llegado a la academia, a los premios nacionales…), ha desplazado a la literatura y ha dejado totalmente desamparado al lector activo del que habla Vila-Matas. En realidad es el único tipo de lector que existe, lo otro ha sido un espejismo que debemos reconocer como tal. Cuando afirma: «Los escritores fallan a los lectores, pero también ocurre al revés y los lectores les fallan a los escritores cuando sólo buscan en éstos la confirmación de que el mundo es como lo ven en su pequeña pantalla» creo que se equivoca. No fallan los escritores y los lectores activos, falla el sistema de editoriales, críticos, académicos… que les han cortado las vías de comunicación, habiendo allanando todo el camino para el lector y escritor pasivo.

Así que la única esperanza para la literatura es que el formato deje de confundirnos y nos demos cuenta de que bajo la apariencia de libro no siempre se oculta un libro. Tomarnos en serio que debemos transmitir el legado que nos dejaron las generaciones anteriores a aquellos iniciados que quieran disfrutar de un placer que no se puede alcanzar sin esfuerzo, pero que una vez conseguido puede compararse a pocos, porque permite ver a través de los ojos de otro.



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