Filósofo,
historiador, crítico de arte y de la literatura, traductor: esto y más fue el
pensador alemán Walter Benjamín que experimentó con intensidad la confusa
primera mitad del siglo XX. Uno de sus breves ensayos más leídos es Desembalo
mi biblioteca: el arte de coleccionar, escrito antes de abandonar
definitivamente Alemania en 1933. El texto nos plantea lo siguiente: quien
posee libros, y se ve en la obligación de realizar una mudanza, conoce del tremendo
peso de los tomos, no solamente por su proporción volumétrica, sino como un
legado que hemos incorporado a nuestro cuerpo, pues esos, nuestros libros, en
algo de nosotros también se hacen presentes.
La
prosa de Benjamín es intimista y nos traslada a un universo forjado alrededor
de los libros: qué relación establece con su biblioteca la persona que lee; para qué sirve lo que lee; qué lee.
Benjamín
cuenta que algunas personas se enferman cuando pierden sus libros, y otras se
convierten en delincuentes con tal de adquirir un ejemplar especial.
Al
rememorar a Benjamín, recorro los estantes. Saco un libro. Y leo. Ya son veinte
años que Penélope no ha visto a su marido, el astuto Odiseo que fue a pelear en
la guerra de Troya. Las noticias sobre la supervivencia del guerrero y su
posible regreso al hogar son muy confusas. “Son de corta vida los seres
humanos. A quien es por sí mismo insensible y se muestra falto de compasión, a
este le desean todos los dolores futuros en su vida, y al morir lo maldicen.
Pero quien es compasivo y se muestra bondadoso, ese logra amplia fama y sus
huéspedes la difunden entre todas las gentes y muchos se hacen eco de su
nobleza”.
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