Sé que parecerá una batallita de Abuelo
pero pertenezco a una generación a la que el tema de Internet nos cogió mayorcitos.
Ya era mayor de edad cuando tuve mi primera cuenta de e-mail, tenía un módem de
56 Kb que hacía el mismo ruido que los cassettes del Spectrum y tenía que
quitarme del Internet cuando mi madre quería hablar por teléfono.
Y no es solo eso: cuando me fui a estudiar me compré
un Discman para poder escuchar mis CD’s, y durante los primeros años de carrera
utilizaba una cámara con carrete para fotografiar mis maquetas, con el
consecuente suspense a la hora del revelado. No tuve PC propio hasta los 20
años, y no lo conecté a Internet de forma regular hasta un par de años más
tarde. Y solo han pasado 11 años de ello…
Así era mi primer teléfono móvil. Sin cámara de fotos, sin polífonos, sin logos ni salvapantallas, pero al menos funcionaba con pilas alcalinas. |
Teléfonos móviles, cámaras digitales, GPS’s,
ordenadores portátiles, reproductores mp3, DVD, Tablets… En una década la tecnología ha
avanzado a pasos agigantados, tan grandes que hace tiempo que desistí de
seguirlos y estar “a la última” y enterado de todo lo que se cuece en el
mundillo. E Internet. Ese ha sido el gran cambio: Internet. Internet lo ha
cambiado todo en el mundo del ocio. La música, el cine, los videojuegos…
Ninguno de ellos es lo mismo gracias a Internet. ¿Cambio a mejor? Quizás, creo
que aún es pronto para afirmarlo con rotundidad, pero a mi lo que me preocupa
es la desaparición del formato físico.
Y por muchos años que pasen, el cartucho SIEMPRE tendrá más solera que cualquier CD o DVD |
Y aquí es donde empieza el artículo. Quizás por estar
acostumbrado a guardar mis cosas en cajitas y estuches, me sigue costando gastar
mi dinero en descargas, utillaje inmaterial que, pese a poder utilizarlo y
disfrutarlo no deja de ser algo que no podemos tocar ni coleccionar. Lo sigo
percibiendo como algo efímero, sin valor, y quizás es por ello que muchos
piensan que descargar no es robar, que no es lo mismo descargarte un disco que
robarlo de la tienda. Y tienen razón: por mucho que tengas una carpeta que
ponga “System of a Down-Toxicity” (el disco que estoy escuchando ahora
mismo), para mí nunca será lo mismo que tener el CD físico, con su cajita, su
carátula, sus letras, sus fotos y sus agradecimientos (¡la de grupos
interesantes que he descubierto leyendo agradecimientos en discos!). Lo siento,
pero cuando alguien me describe la música que tiene en Gigas, le pierdo
automáticamente el respeto.
Aunque mi colección de discos quepa entera.
Después me paro a pensar en cuando era un muchacho, la
de cosas interesantes que descubrí husmeando en la colección de discos, libros
y cómics de mi padre y de mis tíos. Parte de mi bagaje cultural viene de eso,
de lo que descubrí entre vinilos y tebeos antiguos, sin importarme lo que
ponían por la radio o lo que encontraba en las tiendas.
Hoy en día, con las cámaras digitales podemos tener
200 fotos de nuestra última generación fotos que, al menos que seamos precavidos,
se irán a la basura cuando facebook pase de moda, se nos estropee el disco duro
con dos gigas de fotos o pase un virus y nos obligue a formatear el
ordenador. La cantidad de recuerdos que deben haberse perdido por ese “mañana
elijo unas cuantas y saco copias en papel” que hemos dicho todos…
Aunque todos tenemos fotos que nos gustaría que se
perdieran…
Pero hablemos ya de videojuegos. Imaginemonos, dentro de
15 años, un muchacho busca entre los trastos de su padre cuando era chaval y
encuentra una SEGA Master System con una docena de juegos, con sus portadas a
cuadritos tan monas ellas, y una PSP Go… ¿Con qué hallazgo creéis que se
sentirá más emocionado? ¿Con la sobremesa del siglo pasado o con la portátil
pseudo-futurista? Solo con ver los cartuchos, yo al menos me sentiría como el
puto Indiana Jones encontrando un tesoro.
Dramatización. Y el Wonderboy III |
En Internet siempre podremos encontrar lo que buscamos.
Tenemos a nuestro alcance cientos de emuladores para recordar las joyas del
pasado, pero a) todos tenemos algún que otro juego que nos ha marcado sin ser
uno de los imprescindibles de su época y costará horrores encontrar una emulación
y b) jugar con un emulador es como beber una cerveza sin alcohol. Aunque nos
sirvan para descubrir juegos clásicos no
es lo mismo que hacerlo en su formato original. Al igual que no es lo mismo
escribir “la abadía del crimen emulador” en google que encontrar en un
mercadillo un casete de Amstrad por $1,00
A pesar de ser tan engorrosos, es mucho mejor así que jugarlos en una página web |
Por eso me gustaría, al tener pequeños retoños, y poder sacar de una caja mis viejas consolas,
con sus juegos en cajitas, enchufarlas y enseñarles cómo me divertía cuando
ellos aún estaban dando vueltas.
Dudo que me lo pasara tan bien como ellos, pero seguro que me divertiría un rato |
Es por eso que me resisto a dar el paso, abrir una
cuenta de Steam y pasarme al formato digital. Me gusta coleccionar. Tengo la
casa llena de estanterías con CD’s, videojuegos, DVD’s, libros, cómics y
guitarras y los exhibo con orgullo (si es que se puede estar orgulloso de eso).
Necesito tener a mano lo que me gusta, poder recordarlo y disfrutarlo sin
necesidad de acudir a un ordenador para descargarlo o imprimirlo, que con
alargar la mano sea suficiente para escuchar ese disco que tanto me gustó, ver
de nuevo la primera película que vi con mi novi@ o volver a derrotar a Drácula
en Castlevania: Symphony of the Night.
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