Dentro de las diversas corrientes que han encausado
las metodologías educativas, una que tuvo una larga duración y que caló tan
hondo en las mentes de los educadores, que todavía perdura, fue la de una
rigidez, que ahora nos parece escalofriante, y que buscaba conseguir por el
temor, la atención y la obediencia de los estudiantes hacia los maestros.
Por ello se acuño esa célebre frase: “La letra con sangre entra”, que de alguna manera, significo una especie de filosofía,
por detrás de los procesos educativos, y que conllevó inclusive a la comisión
de abusos, de lesiones permanentes en los niños, y concitó el temor de los
mismos frente a la escuela. En fin, toda una gama de reacciones que no podían
menos que indicarnos que el camino no es por allí.
Los cambios se han producido en la educación, a tal
punto, que vemos que ahora más bien se peca por lo contrario, una permisividad
absoluta, un querer convertir a los padres en compinches, en camaradas de sus
hijos, y lo propio intentaron los maestros. Muchas veces cayendo en procesos en
los cuales la autoestima de los profesores se fue a los suelos, e inclusive se
perdió el principio de autoridad, un principio que es insustituible y cuya
carencia está ocasionando ya una serie de perjuicios que redundan también en la
baja calidad de la educación.
Por ello es que la recomendación es encontrar un justo
medio que deje la posibilidad de disentir, de ser proactivos, de hacer las
cosas en su manera peculiar, pero sin que por ello tengan los padres y maestros
que resignar su autoridad en aras de una armonía que si bien vale la pena
fomentar, no hay que caer en los extremos. Un clima de mutuo respeto, de
tolerancia, es lo que debe primar, y por ello, queremos plantear alternativas,
denunciar los abusos, pero sobre todo, demostrar que el viejo aforismo de la
letra con sangre entra, no es algo que deba aplicarse.
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