LA IMAGEN TRADICIONAL DE LA BIBLIOTECA


El libro y la Biblioteca son un elemento ancestral en el desarrollo de la cultura occidental, cargado de resonancias míticas, anécdotas y lugares comunes. Las bibliotecas han estado unidas a la idea de espacio físico cerrado, un espacio sacralizado, un templo del saber. Un espacio alejado de la vida  del mundanal ruido, en el que hay lectores concentrados en sus libros y pensamientos. Ese es otro rasgo distintivo indudable: el ser un lugar silencioso, y de ahí la omnipresencia de bibliotecarios haciendo cumplir esta norma. 
También es un lugar de estudio, y por eso para muchos se asocia con un espacio destinado a niños y jóvenes, del que tienen vivencias de adolescencia. Y, como venimos de una cultura impresa, la biblioteca se asocia en el imaginario colectivo sobre todo con el libro impreso, y con el acto de leer, pero no tanto con la lectura cómoda o de placer que se hace en casa, tumbado, con música o fumando, sino con la lectura seria, concentrada o con un fin: preparar oposiciones, estudiar... 

 Los estudios previos sobre la imagen de las bibliotecas están referidos principalmente a la prensa escrita, la literatura y el cine. La base de datos LISA solo recoge poco más de una decena de trabajos cuyas materias sean “imagen” y “biblioteca pública”, mientras que en ISOC-DC apenas se encuentra una referencia a la que se le atribuyan claramente a estos descriptores. El trabajo más completo sobre la imagen social de la biblioteca publicado en España es el monográfico de 1996 de Educación y Biblioteca, que recoge excelentes trabajos de Solano (1996) sobre las bibliotecas en la narrativa; Garralón (1996) en la literatura infantil y juvenil; Ontoria (1996) que analizaba las bibliotecas en el cine, y García Pérez (1996), que trataba la aparición de las bibliotecas en la prensa ampliando otro texto publicado un año antes (García Pérez, 1995). 
Hay además varios estudios sobre la biblioteca en la literatura y el cine (el fundamental de Chaintreau y Lemaitre, 1993, y el de Gracia Armendáriz, 1994), un artículo de Soler (1999) sobre la imagen de los profesionales de la información, una comunicación que analiza 1.151 artículos sobre archivos, bibliotecas y centros de documentación en la prensa diaria catalana entre 1987 y 1993 (Campos y Cid, 1993), y otro sobre las bibliotecas municipales de Murcia en los periódicos regionales (Gómez et. al., 1996).
En éste último, que nos sirve de ejemplo de cómo aparecen las bibliotecas en la prensa local, se analizaban 434 noticias obtenidas entre 1990 y 1995, con una media de 6 noticias por mes, un lento incremento año tras año y una distribución estacional con picos máximos en abril, junio y octubre, lo que denotaría una vinculación de las noticias bibliotecarias con la animación lectora, en el primer caso, y con los problemas de inicio y final del curso escolar. La mayor parte de las referencias obtenidas eran noticias y notas informativas breves, normalmente de algún acto cultural difundido por los propios bibliotecarios. Había un gran predominio de noticias de la Biblioteca Pública del Estado-Biblioteca Regional, mientras que más de la mitad de las bibliotecas municipales de no había generado una mínima presencia. Se podía observar que la biblioteca llegaba a los periódicos cuando y en relación con lo que los bibliotecarios creían de interés transmitir, y por temas lo más noticiable eran los de construcción e inauguración de bibliotecas, seguido de las actividades culturales.
 Después venían las noticias sobre animación lectora, las relacionadas con problemas o novedades en el proceso de informatización, colecciones, presupuestos, horarios, y finalmente personal. Se observaba también la poca implicación de los agentes sociales en la expresión de opiniones y la crítica de las carencias del sistema bibliotecario regional en esos años. 
Del monográfico de Educación y Biblioteca se concluía que en general la imagen de la biblioteca como triste almacén de libros persistía fosilizada de modo recurrente y canónico a pesar de la llegada de la modernidad a muchas de ellas. (Solano, 1996b). Algunas aportaciones, sintéticamente, eran: 
-  Para E. García Pérez, teniendo en cuenta que revisó los principales periódicos nacionales del periodo 1976-1995 (no la prensa local) hubo una escasa presencia de noticias (3,6 por mes, con grandes oscilaciones), siendo casi un tercio de bibliotecas públicas del estado y municipales, y un 21% sobre la Biblioteca Nacional. Entre las observaciones más relevantes de sus dos artículos mencionaremos que: 
-  No había un crecimiento del número de noticias sobre las bibliotecas con el paso de los años.
-  Las noticias trataban de “inauguraciones, rehabilitaciones, retrasos y cancelaciones en la ejecución de planes bibliotecarios, de la información y de la necesidad de ‘poblar’ el país de bibliotecas públicas”.
-  Se echaba en falta “un tratamiento más cercano de la vida cotidiana de las bibliotecas públicas, un tratamiento que permita conocer lo que en ellas sucede y que ‘enganche’ a los nuevos usuarios”  
-  Eran muy frecuentes las noticias negativas en torno a la biblioteca como problema sin resolver, la escasa asistencia a ellas de los españoles, el corte de luz o la falta de climatización en bibliotecas...
-  También abundaban las noticias del cierre de bibliotecas por falta de personal, atención de éstas por personal inadecuado (sepultureros, cocineras, Sección Femenina), o huelgas de bibliotecarios por problemas diversos.
-  La biblioteca nacional aparecía por sus problemas como edificio, sus exposiciones y su política de acceso, cuya restricción provocaba reacciones y controversias de prensa a través de escritos de opinión, cartas al director... 
-  Es época de crecimiento de las bibliotecas públicas, con frecuentes noticias de inauguraciones, si bien en el proceso se daban polémicas por retrasos, dificultades en el traslado, problemas iníciales de funcionamiento, insuficiente horario... 
-  Junto a noticias de robos o expolios en bibliotecas, también se han reflejado los proyectos de bibliotecas grandiosas como la Nacional francesa o la Biblioteca de Alejandría.
-  En la narrativa contemporánea, Solano (1996ª) encuentra que la biblioteca ha sido desde símbolo del laberinto que es la cultura y el mundo mismo, según la genial metáfora borgiana de La Biblioteca de Babel, hasta un espacio circunstancial de paso en la mayoría de ocasiones, siendo sólo protagonista en obras como Auto de fe o El nombre de la Rosa

La sala de lectura es la representación de un universo inabarcable de saberes, un espacio al que los escritores se sienten unidos positivamente porque en ella se han emocionado, iniciado, descubierto o refugiado. 
La sala de lectura es templo en el que es previsible el estremecimiento, quizás como consecuencia de que los escritores son más usuarios de las grandes bibliotecas de conservación que de otras.
 En cuanto al bibliotecario, la literatura, que no tiene por qué ser objetiva, lo ha maltratado duramente, atribuyéndole casi siempre la imagen grotesca de “un ser atrabiliario y hostil, cuyo aspecto y modales parecen más de carcelero o verdugo que de custodio de libros”. Sus tareas se suponen burocráticas, “administrativas” o, mediocres, salvo cuando el escritor ha ejercido como bibliotecario, como Borges o Perec. 

Y su figura ha sido idónea para “componer personajes episódicos de características risibles o ridículas, con su porción de intolerancia, propensión a la cólera, malos modales, aspecto de indigente, negado para las incitaciones sensuales, tal vez sin emociones,... que lleva con arrogancia patética una vida sedentaria, distraído hasta la estupidez y, no obstante, maniaco del orden, inclinado a perorar sobre la necedad de los hombres, y acaso muy agraviado por una predecible fealdad”.  

-  En su trabajo sobre la literatura infantil, Garralón (1996 y 1997) 

concluía que la biblioteca aparecía de modo muy escaso, algo especialmente decepcionante porque los temas de los libros para niños tienen estrecha relación con el mundo cotidiano de los protagonistas, y cabría esperar que los escritores hubieran reflejado la evolución y actividad creciente de las bibliotecas. Junto a algunos ejemplos tópicos (bibliotecas sin clientes, personal casi siempre femenino, de gafas y moño), describía también textos en los que las bibliotecas y sus responsables son valorados, entendidos y presentados como profesionales colaboradores y activos: 


El secuestro de la Bibliotecaria, Matilda, El monstruo y la bibliotecaria, Yo, Robinsón Sánchez habiendo naufragado, Ojos saltones, o Querido Señor Henshaw. La biblioteca se convierte entonces en cómplice, refugio, lugar para encontrar pistas, para usuarios competentes, niños que saben encontrar... junto, naturalmente, a tímidos, ratones, alguna que otra araña y unos bandidos.  


-  En el cine, Ontoria (1996) observaba que las bibliotecas estaban sobre todo presentes en los filmes norteamericanos, frente a la ausencia en el cine español, lo que sería correlato del estado de los respectivos sistemas bibliotecarios y del uso más cotidiano de la biblioteca por los estadounidenses. Aparecen elementos estereotipados tanto en los decorados como en las situaciones o el personal, que ordena libros y manda silencio, siendo frecuente todavía la inspiración en los grandes edificios de las bibliotecas monumentales, por encima de las instalaciones más reales y abiertas de que disponemos actualmente. 

En cuanto a la imagen proyectada a través de campañas publicitarias, considerada como un elemento activo de intervención comunicativa sobre el público, podríamos decir sin temor que su incidencia y continuidad ha sido muchísimo menor que en otros campo social, como antes citábamos. 

La educación en valores del ciudadano a través del marketing público sí ha tenido en estos años una modernización considerable, y podríamos recoger miles de mensajes dirigidos a la concienciación comunitaria, especialmente en el campo de la salud y la educación (campañas antitabaco, prevención de riesgos laborales, drogas, igualdad de oportunidades para la mujer, integración de minorías, etc.). En este sentido, el del estado paternalista, transmisor de valores y actitudes saludables y de consenso para la armonía social, han predominado los conceptos de libro y lectura, frente a la institución biblioteca. 
 La lectura ha sido difundida por campañas nacionales, con lemas como el ya lejano y utilitarista “Un libro ayuda a triunfar”, en los años setenta, bajo el dudoso supuesto de la cultura como factor de progreso económico individual; “Vive leyendo”, a principios de los ochenta, con el acertado intento de vincular práctica lectora y vida y originales dibujos de destacados ilustradores; y “Tú que puedes, lee”, que no acertó con su intento de llamar la atención hacia la lectura en un tono agresivo para con el no lector presentando un mono que no sabía qué hacer con un libro. También las ferias del libro han sido escaparates positivos de la lectura, y sujetos de la atención mediática, especialmente en Salamanca con su generación de imágenes sobre la lectura a través del concurso fotográfico El placer de leer, donde dibujantes como Cesc han ideado centenares de propuestas gráficas para integrar la lectura en la vida cotidiana (Una recopilación de sus dibujos para las Ferias de Libro se publicó en el número 100 de CLIJ). 
Tampoco podemos olvidar que progresivamente, las bibliotecas se van dotando de logotipo individual, materiales gráficos para distribuir en el entorno (carteles, señaladores, trípticos informativos, página web...) y que se van construyendo espacios públicos de nueva planta para bibliotecas, que se convierten en lugares simbólicos en la morfología urbana de la ciudad.


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