En el país existen más de 3.000 entre escolares, comunitarias,
universitarias, municipales y particulares. Algunas personas aseguran que la
Internet les ganó.
“Yo creo que las biblioteca van a
desaparecer”, dijo de forma apocalíptica Jerónimo Meneses, un profesional de 32
años, quien confesó que desde hace 8 años tiempo desde que salió de la
universidad no va a ninguna. Sus consultas de carácter informativo las realiza
en Internet.
En cambio, Luis Marroquí, quien trabaja y
cursa el bachillerato, va a la biblioteca porque no encuentra en la red textos
en español sobre ciertos temas de interés.
Rodi Córdoba, por su parte, recordó que
fue tres veces a la biblioteca el año anterior, porque su hija de 12 años
necesitaba consultar algo sobre matemáticas, y no encontró nada allí. “En las bibliotecas no hay libros
actualizados, aquí solo encuentras cosas antiguas. La web le ganó la batalla a
las bibliotecas”, aseguró el padre y abogado próximo a
graduarse.
Según el Instituto Nacional de
Estadística y Censos (INEC), en el
país se incrementó el uso de la Internet en un 29% en el último año, como
consta en su página web. En el mismo estudio se asegura que el 40% de
ecuatorianos usa la red para el tema de educación y aprendizaje. Pero el
ciberespacio no es el único rival de las bibliotecas, también está el
desconocimiento de su ubicación y del servicio que ofrecen.
Un ciudadano que prefirió no identificarse aseguró, por ejemplo, que en el sur de la
ciudad no hay ni una sola. Otro acotó que es más fácil encontrar un centro
comercial. Sara Bolaños, directora de Bibliotecas del Ministerio de Cultura,
aseguró que las bibliotecas “compiten” con ciertos centros de entretenimiento,
precisamente como los centros comerciales y cines.
Agregó que trabajan en un proyecto con el
que pretenden cambiar el concepto de biblioteca para atraer más usuarios. “Las
bibliotecas tienen que convertirse en un punto de encuentro para la población,
tienen que dejar de ser contenedores de libros, esos lugares lúgubres, donde no
pasa nada. Las bibliotecas tienen que ser espacios dinámicos donde la gente
pueda ir y pasar tiempo libre de calidad consultado, jugando, leyendo”, dijo
Bolaños.
“Hay que dejar la visión colonialista de
respeto al libro en la que no se podía manipular mucho el libro porque se iba a
dañar. Eran restricciones bastantes frecuentes en bibliotecas tradicionales. La
idea es perderle el miedo al libro, al espacio, a la tecnología para adoptar
nuevos usuarios”, insistió la funcionaria.
El Ministerio realiza un catastro o censo
para verificar el número de bibliotecas que hay en el país, por lo que hasta el
momento han identificado más de 3.000, aseguró Bolaños. Agregó que para cambiar
el concepto de los establecimientos analizan extender los horarios de atención
al público, abrir espacios alternativos, como la musicotecas, y actualizar
ciertos títulos.
El Ministerio de Cultura organiza, además,
la política pública en la que definirá las características de una biblioteca,
los requisitos que debe cumplir para oficializarse, cuántos título debe tener
y, sobre todo, darle una característica conceptual a las bibliotecas grandes,
dijo Bolaños.
El Sinab y su intento por atraer
público
El Sistema Nacional de Bibliotecas
(Sinab), del Ministerio de Educación, en la misma línea que lleva adelante el
Ministerio de Cultura, se ha propuesto crear un ambiente amigable en las 564
bibliotecas que tiene en su jurisdicción. Para cumplir con los objetivos
trazados, el Ministerio de Educación ordenó el traspaso de las bibliotecas
comunitarias a instituciones educativas.
La idea fue aprovechar la infraestructura
de varios centros, rediseñarlos y adaptarlos a los nuevos requerimientos con
los que no solo se beneficiarán los alumnos del establecimiento en el que
funciona, sino también la comunidad, pues se está pensando en una
atención integral. Hasta la fecha, según la Coordinación Nacional del Sinab, se
han implementado 32 bibliotecas en el país.
María Paulina Briones, directora del
Sinab, indicó que “lo más importante es
lo que pasa dentro de las bibliotecas, por lo que se procura aprovechar cada
espacio del establecimiento”.
Estos depositarios de libros están
pensados y diseñados para que, por un lado, ingresen los alumnos de las
instituciones en donde está ubicada la biblioteca, y otra entrada para la
comunidad. “La infraestructura, los libros, así como los programas de lectura
están pensados no solo para satisfacer los requerimientos escolares, sino de
toda la comunidad, con diversidad de títulos”, indicó la directora.
Los establecimientos acogen además de los
estantes con textos, áreas de consulta, computadoras con Internet, y
espacios infantiles. Para la directora del Sinab, este último es uno de los
espacios que quisiera se replique en todas la bibliotecas por todo el potencial
que ahí se encierra. “Es el primer contacto importante que los niños tienen con
los libros, antes de que sean lectores”.
Añadió que en ese sitio hay libros de
tela, cartón y unos cuantos que se mojan sin dañarse, soportando así las
travesuras de los más pequeños. “Las bibliotecas son importantes dentro del
aprendizaje y no solo del aprendizaje educativo, sino dentro de todo lo que
tiene que ver con el imaginario colectivo”. No solo los estudiantes participan
del imaginario colectivo, sino toda la gente, entonces el papel de la
biblioteca es fundamental en una sociedad”, indicó Briones, quien suele leer
cuentos a los pequeños que asisten a las salas infantiles.
La Biblioteca Pablo Palacio, que está
ubicada en el subsuelo del Ministerio de Educación en Quito, tiene su Sala Infantil
y en esta en las dos últimas semanas impartió un taller gratuito de títeres.
Semanas atrás los talleres fueron de lectura y escritura.
Pedro Ortiz, un niño de 11 años, quien con
un pincel daba un toque negro a su pingüino llamado Martín, contó que está en
el taller tras una decisión de su madre.
“Mi mamá me trajo, no sé
como se enteró, pero sí me gusta”, dijo el chico que ingresó a
clases. “El libro que más me gustó fue el de piratas, ellos buscaban un
tesoro”, precisó Pedro, quien además había leído otros 5 cuentos.
Su maestro Miguel Calvache, un titiritero,
explicó que “el modo de trabajo consiste en que los niños elijan un libro o un
cuento y una vez que terminan la lectura escogen un personaje y lo convierten
en títere. Se involucran con la historia y siempre están en contacto con el
libro”. El trabajo propone que para hacer el dibujo tienen que ver el libro,
para sacar los moldes, igual.
Sobre el uso prioritario que dan los adultos
y chicos a la Internet en lugar de los libros, el artista dijo que es “pura
novelería” y se acude a ese instrumento por la facilidad que brinda, pero que
no hay nada como la certeza comprobada de un libro, se convenció. “A la
Biblioteca Pablo Palacio acuden alrededor de 15 a 20 personas en la mañana; es
decir hasta las 12:30”, dijo la bibliotecaria Silvana.
Además, recordó que los temas que más solicitan las personas son de
educación y psicología, así como los que buscan trabajo. “Revisan los diarios y
de paso leen”, comentó Silvana, mientras revisaba las cédulas de algunos
visitantes que solicitaban sacar copias de algunos textos. Las bibliotecas
lejos de desaparecer son adaptadas a los nuevos tiempos, por lo que
Pablo Palacio atiende de 8:00 a 20:00.
Fuente: El Telégrafo.
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