Uno de
los grandes puntos a favor de los libros es que nos hacen sentir que fijan la
cultura. El conocimiento está ahí, entre sus páginas, son el vehículo entre el
mundo de las ideas y el mundo real, no importa lo que pase fuera, una vez el
libro está escrito servirá para siempre, todos podrán acceder a él. Por eso
acumulamos libros, por eso pensamos que un libro no se puede perder, ni tirar,
ni destruir, ya que siempre, en algún lugar, le puede servir a alguien. No sé
vosotros, pero a mí me sienta fatal ver libros en la basura, aunque es cierto
que cuando se transforman en obras de arte no me afecta en absoluto, ya que lo
considero una manera de reciclaje.
Reciclaje,
ese es un tema interesante. ¿Alguna vez os habéis parado a pensar en el impacto ambiental de la industria
editorial? Tened en cuenta que una vez que se produce un libro
tiene un número determinado de usos/lecturas y se acabó. Muchos libros son
leídos una vez durante su vida útil, otros ni eso. Los hay, claro, que acaban
en bibliotecas y colegios y en muy poco tiempo pasan por decenas de manos. Muchos
acaban en casas particulares y son leídos tres o cuatro veces. No voy a
descubriros nada si os digo que los libros están hechos de papel, claro, y que la industria papelera no es
precisamente de las menos contaminantes. Lo normal sería que
cuando un libro ya no va a ser leído más pasara a una biblioteca, a una ONG o
al cubo de reciclaje. Sin embargo, no lo hacemos. Ese libro es nuestro, ese pedazo de conocimiento se queda en
casa, en nuestra librería. Aunque sepamos positivamente que no
volveremos a leerlo nunca más, aunque fuera un best-seller malo malísimo; como mucho lo
prestaremos con la esperanza de que no
vuelva a casa.
Y
es que los libros no son
sagrados. Tendríamos todos que tenerlo en cuenta. No son
vasijas receptoras de cualidades eternas. Si dejas un libro en el exterior
verás que tarda menos de un año en desaparecer por completo, pero sólo unas
pocas semanas en dejar de ser útil. Los libros que atesoras en casa sin un
complejo sistema de climatización no
vivirán para siempre, se irán degradando poco a poco -liberando
esos olores que tanto gustan- antes de volverse quebradizos y ser atacados por
hongos y gusanos. No tenemos libros como los viejos incunables en casa, no nos
engañemos, la vida útil
de los libros no llegará en muchas ocasiones a nuestros nietos.
Por
eso me gustaría que todos pensáramos bien en lo que hacemos con los libros que atesoramos en
casa. Es cierto que un libro puede servir a mucha gente antes de que el uso lo
degrade, no somos quienes para negarle esa vida. ¿Tienes libros en casa que no usas?
¿Que sólo leíste una vez? ¿Qué te regalaron y ni siquiera has abierto? Dónalos, regálalos,
llévalos a una biblioteca, ponlos en puntos bookcrossing,
pero no dejes que la cultura desaparezca poco a poco entre las cuatro paredes
de una habitación cerrada. Debería
ser libre. En el mejor de los sentidos.
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